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NOSOTROS

Viña Prado es el trabajo continuo de nuestra familia por cuatro generaciones, que con un lazo indisoluble a esta tierra, ha hecho de la pasión de hacer vino una forma de vida.

Hoy en día,  Soledad y Daniela, la cuarta generación, apoyadas por nuestro padre Miguel, somos las continuadoras de este pequeño legado familiar que queremos compartir con Ustedes. 

A través de cada botella, queremos invitarlos a un viaje por la historia de esta tierra, nuestra familia, trabajadores, amigos, y los más de 500 años de historia del legendario Valle del Itata. 

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LA POSADA

los orígenes 

El fundo La Posada fue adquirido por nuestro bisabuelo paterno, Abraham Prado Marín en el año 1901. En ese entonces, los viñedos y bodega llevaban, a lo menos 60 años funcionando.

El camino a Portezuelo pasaba en ese entonces al costado sur de la bodega y el fundo La Posada debe su nombre a una antigua parada de carretas que existía en este lugar. 

Esta posada fue por muchos años, un hito, conocida como el pórtico de Portezuelo y aún permanece en la memoria colectiva de los portezolanos. 

El Tatita, nombre con el que conocemos a nuestro bisabuelo Abraham, estaba casado con Eugenia Le-Fort, también conocida según la historia familiar como "la Ita". El matrimonio tuvo 9 hijos: Abraham, Mario, Absalón, René, Alejandro, Eugenia, Raquel, Marta y Emilio, nuestro abuelo.

El Tatita, fue miembro fundador de la caja Nacional de Ahorro (hoy Banco Estado) y una vez jubilado se trasladó de forma permanente a La Posada donde paralelo a las labores vitivinícolas ejerció la política, llegado ser electo alcalde de Portezuelo, durante el período 1946-1950.

Emilio Prado Le-Fort, nuestro abuelo paterno, a quien con mucho cariño siempre llamamos Emilio, era médico cirujano de la Universidad de Chile y durante su juventud trabajó en el Instituto Bacteriológico de Chile.

En busca de una vida más tranquila y en contacto con la naturaleza, decidió junto a nuestra abuela, Haydeé Petermann Sancy,  cambiar la vida de la ciudad por la tranquilidad del campo. 

En 1946  junto a nuestro padre Miguel, de 3 años,  se establecieron en La Posada.

Fue así cómo Emilio sucedió al Tatita en la administración del campo, continuando él con la producción vitivinícola. Gracias a sus saberes científicos y de bacteriología, introdujo técnicas modernas de vinificación que seguimos utilizando hasta el día de hoy. Estas son garantes de nuestros vinos correctos y de gran calidad.   

Emilio, también tuvo una importante participación en la comuna de Portezuelo. Ejerció por muchos años la medicina ad-honores en el hospital de Portezuelo y dentro de otras obras, gestionó la llegada de la electricidad a la zona urbana y las obras viales del actual camino que conecta Chillán con Portezuelo. Hasta el día de hoy la gente antigua lo recuerda como el Doctor Prado.

Su laboratorio y sus implementos, siguen hoy en uso. 

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LA RAZÓN

Mucha pasión, visión e ingenio

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Nuestro padre, Miguel Prado Petermann, asumió la administración del campo hace aproximadamente 45 años.​

Miguel ha sido un hombre multidisciplinario, fue piloto comercial de la aerolínea chilena LADECO, presidente  de la empresa Levaduras Prado S.A  y fundador junto a su nuestra madre, Soledad Cornejo Navarro, del colegio Farmland School, ubicado en Curacaví.  

Pero el cultivar la tierra ha sido siempre su gran pasión.

Gracias a él, la viña ha sido conservada en perfecto estado. Con mucho ingenio, a lo largo de los años ha logrado mejorar la infraestructura y técnica vitivinícola con tal equilibrio que ha sido capaz de conservar las tradiciones más transcendentales del vino del Valle del Itata. 

En 1982 cumplió el anhelo de la familia de envasar y lanzar al comercio el vino bajo el nombre Vino Pipeño La Posada. 

Él ha sido el hombre que nos ha enseñado el amor por la tierra e inspirado a perseguir este sueño de formar Viña Prado.  Miguel sigue a cargo de la administración del campo y la producción vitivinícola. 

El año 2018 hicimos nuestra primera vendimia juntos.

 

Nuestra historia, la de Soledad y Daniela Prado Cornejo, esta comenzando a escribirse. Por mientras,  nos mueve llevar, a través de cada botella, un pedazo de esta historia, que no es más que una historia del hombre, el vino y el profundo arraigo de ambos a la tierra. 

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